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Foto del escritorElRadar

La leyenda del hombre pájaro de Monterrey


La historia surgió a finales del siglo XIX pero, en los años ochenta, en Monterrey y sus alrededores corrió fuerte el rumor de que muchos habitantes de la zona habían sido testigos de extraños avistamientos de una criatura sobrenatural.

Todavía hay quienes aseguran que, a altas horas de la noche, aparecía un ser con enormes alas y cuerpo humano en sitios cercanos a los cerros.

Cuentan que el Cerro de la Silla fue el primer lugar donde se vio al Hombre Pájaro volando las faldas de la Sierra. Los primeros relatos lo describen como un ser gigantesco y terrible que volaba en las noches en lugares cercanos a esta montaña.


Hay gente que dice que La Cueva de los Murciélagos es su guarida, donde devora a sus víctimas, y que existe más de un hombre pájaro.

El hombre pájaro, como fue bautizada esta singular criatura, es una de las leyendas urbanas más populares en Monterrey.

En 2018 este rumor cobró más fuerza, ya que una usuaria de Facebook subió una fotografía que le tomó a su padre. De fondo se puede apreciar la entrada de la Cueva de los Murciélagos y, a lo lejos, se observa una 'criatura' suspendida en el aire al costado de la cueva.


De acuerdo con el sitio oficial de Turismo de Nuevo León, esta cueva es un santuario de más de cinco millones de murciélagos (recuerda que son grandes polinizadores) de seis especies diferentes; también fue una mina que hoy está clausurada y fue el escondite del tesoro en oro de un tal Agapito Treviño.

Hay otra versión que cuenta que el Hombre Pájaro es un ave prehistórica que ha sobrevivido hasta nuestros días. Otra más asegura que es un nahual y hasta lo relacionan con fuerzas del inframundo. No faltará quien diga que se trata de uno o de varios extraterrestres.

Hoy en día sigue causando terror pues se cuenta que también se le ha visto por las noches rondando por las casas, y algunos cuentan que aterriza en los techos de las viviendas provocando un sonido de unas terribles pisadas como si se tratara de algo muy grande, dejando unas marcas de garras por donde pasa. Aunque no se conoce ninguna prueba fehaciente de su existencia, la leyenda sigue circulando por generaciones entre los regios.

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